jueves, 7 de enero de 2010

Deseable


Volvíamos de jugar con el balón cuando, apenas empezamos a andar hacia casa, dos chicos se acercaron y nos dijeron que les gustaba el balón. Entonces uno de ellos, sin más ni más, se lo arrebató a J. y empezó a jugar con él. J., enfadado, intentó recuperarlo, pero el chico era muy alto y mucho mayor que él, y manejaba bien la pelota. Cuando hubo pasado un rato, que los dos chicos mayores aprovecharon para jugar entre ellos y hacer enfurecer a J., uno de ellos chutó de tal modo que dio a J. en plena cara, quien comenzó a llorar. Yo, que hasta ese momento había estado con la mirada apenas desviada del suelo, musitando a J. que los dejara, que al final se cansarían, insulté al chico que había golpeado a J. y me dirigí hacia él para intentar quitarle la pelota. Sin embargo, aunque era yo algo mayor que J., no sabía manejar el balón mucho mejor, y los chicos siguieron a lo suyo como si nada hasta que decidieron que con mi cabeza también querían divertirse. Así estuvieron los dos durante una media hora, hasta que se hartaron, supongo, de oírnos llorar y gimotear, y se fueron. Mientras se alejaban, recuperé el balón y seguimos nuestro camino, con los ojos llorosos y el cuerpo dolorido por los balonazos.

Al llegar a casa, mamá abrió mucho los ojos y nos preguntó qué había pasado, conque se lo contamos. Nos acarició el pelo y nos abrazó y, después de escuchar la historia, nos dijo que los padres de esos chicos se las tendrían que ver con ella. Llegó papá un rato después, para comer todos juntos antes de volver al trabajo, y mamá le contó lo que nos había pasado. Después de todo, nos dejaron comer tarta de chocolate de postre, y eso que no era domingo. De todas formas, habría preferido tener que esperar.

Cuando terminamos de comer, papá y mamá se sentaron juntos en el sofá, mientras J. y yo jugábamos con unos coches sobre la alfombra. Papá no dejaba de dar arrumacos y besos a mamá, lo que a mí me pone algo celoso. Mamá es muy guapa y esbelta, se parece a las chicas que salen en los anuncios; parece que el sol brillara más cuando sus rayos la tocan. Pero lo que más me gusta de ella es que siempre me anima cuando estoy triste, y me tranquiliza si lloro porque me he caído y me he hecho sangre en una rodilla o algo así. Como hizo cuando lo de los dos chicos mayores.

_______________________________________________________________


Hace varios días fue mi cumpleaños, y mamá organizó una fiesta magnífica a la que invité a todos mis amigos. Casi se quedó pequeña nuestra casa; éramos un montón. Además, papá estuvo también, y eso que era jueves y esos días, a esa hora, suele estar en el trabajo. Mamá dijo que papá no quería perderse mi fiesta por nada del mundo y por eso había pedido permiso para no ir a trabajar. ¡Qué bien que no faltara nadie! J., papá, mamá y todos mis amigos me hicieron un regalo, así que tardé muchísimo en abrirlos todos. Nos divertimos un montón, y acabamos como toneles, con la barriga rebosante de tarta. Cuando todos se hubieron marchado casi me dolían los lados de la cabeza de tanto que me había reído.

_______________________________________________________________


Ayer se fueron al cine papá y mamá; casi todos los fines de semana van a ver una película, o a cenar. Otras veces nos dejan con mis abuelos, que nos dan la cena y nos acuestan, después de leernos un cuento, pero ayer nos dejaron solos y me dejaron a cargo de J., porque dicen que ya soy bastante mayor y tengo que empezar a ser responsable. El día anterior les pregunté si M. podía quedarse a dormir en casa, en mi habitación, porque saben que J. se duerme muy temprano y yo me quedo solo y me aburre lo que ponen a esas horas en la televisión. Escuché a mamá hablar por teléfono con los padres de M.; se enrolló mucho con cosas de ésas de mayores, pero, después de pedirle por favor, no sé cuántas veces, que le preguntara lo que le había dicho, solté un grito y empecé a dar saltos: M. se quedaba a dormir.

Resultó muy divertida la noche, pues nos llevamos muy bien los tres. M. y yo hicimos de papás de J., y, cuando ya estaba dando cabezadas sentado en el sofá, lo acompañamos los dos hacia su habitación, y lo arropamos. Finalmente no aguantamos despiertos mucho más tiempo que J., y, después de jugar un rato con algunos juguetes del cumpleaños, delante del televisor que apenas mirábamos, nos fuimos a dormir. Le preparé a M. su cama sacando un gran cajón que hay bajo la mía, que contiene otro colchón. Nos acostamos y, después de hablar un rato, apagamos la luz. Yo, entonces, le dije que tenía mucho frío y si podía pegarme un poco a ella. Accedió, soltando una risita, y en la oscuridad bajé hasta su colchón. Me introduje bajo las sábanas, pero sin atreverme a tocarla, al principio. Pasado un momento, temblando, me fui acercando, y me puse de lado muy cerca de ella. Oía su respiración, que rebotaba en la pared, pues estaba de espaldas a mí. La abracé, cada vez más fuerte, y oliendo su pelo, sin dejar de sonreír como un tonto, me dormí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario