martes, 13 de diciembre de 2011

Reencarnación


Quizás en otra vida mi cuerpo lustraba el aire,
quizás nacía vez tras vez de un instrumento
para en los oídos morir,
acariciándolos, mil veces y una.



sábado, 3 de diciembre de 2011

Todos perdemos


Oyeron que desde el Corán Dios clamaba venganza. Que el agravio que contra la ciudad estaban cometiendo los invasores, les decía, no podía quedar sin su ejemplar castigo. Eran pobres y no podían, por tanto, aplicarlo a todos, como merecían, pero para muestra bien le serviría un botón. O cuatro: una vez rodeados, los apalearon sin compasión, dando algún que otro golpe a la cabeza, o más de uno, puntapiés sobre todo, qué mejor manera de matar cuando se dispone de tan pocos medios, si además después se prende fuego la muerte es segura. Liquidadas sus vidas, pensaron –si acaso la desbocada ira les permitía tanto– que su obra no estaría completa sino hasta pisotear también sus honores, conque recogieron del suelo los pocos restos que podían ser recogidos y, al abrigo y entre el exaltado júbilo de los habitantes, desfilaron todos por la ciudad. Llegados a un puente, y a fin de hacer palmario y más duradero el escarmiento, colgaron allí lo que hacía unas horas se llamaba vida y para entonces habían despojado de nombre posible.

Por los cuatro a quienes colgaron del puente, les gritaba Dios en alguna página de la Biblia, habría de caer sobre los autores de la ofensa, y sobre sus mujeres y sus hijos si no se apartaban, todo el peso de su furia, que no es otra que la de ellos. Así fue mandado, así se hizo. Orgulloso debía estar el del Libro de ver desplegarse a su orden tal sinnúmero de soldados, aeronaves, carros de combate y armas, iban a enseñarles cómo se apalea y calcina con eficiencia. No pudieron ser resucitados aquellos cuatro, que hacer milagros sólo corresponde a él, pero sus honores fueron sobradamente restituidos siendo arrasados dos tercios del territorio de la maldita ciudad, amén del ajusticiamiento –líbreme Dios de dar otro nombre a la cosa– de una cantidad de gente que aún hoy no se conoce del todo, pero que en cualquier caso de mil y un buen pico no bajará. Asimismo –y análogamente a la ultrajante exhibición en el puente–, con el propósito o sin él de prolongar la punición, se utilizó en el revanchista ataque cierto material que ha llevado sus consecuencias hasta hoy y quién sabe hasta cuándo, esto es, se multiplicaron los nacimientos de niños cuya anatomía nunca les permitirá andar o asir o pensar como cualquier niño anda o ase o piensa. Para que así durante mucho tiempo recuerden que nadie puede enfrentarse a Dios, pues Dios siempre gana.

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Fuente: «Los niños “malditos” de Irak», XlSemanal n.º 1.257.