domingo, 5 de abril de 2009

Un mal viaje

Le parecía el sol lava incandescente deslizándose por su cuerpo –siendo como era una hermosa mañana de primavera, no tan calurosa como luminosa–. El polvo, flotando a causa del aire que soplaba, le arañaba los ojos en cuanto los abría, aunque no fuera aquél más que algún grano de arena suelto y éste –que sentía ella inquieto, helado y lacerante como cuchillas–, apenas una tibia y leve brisa. Sumergirse en el río, pensó, la aliviaría de tan hirientes sensaciones. Alzó una pierna hasta ponerse a horcajadas sobre el pretil, alzó la otra. Ya en el otro lado, se arrojó con los pies por delante y esperó la liberadora zambullida. Y liberada, como pretendía, fue de aquellas sensaciones y de las demás, pues la carne que nos compone mal resiste los golpes contra el agua cuya superficie, vista desde decenas de metros, más se antoja un pétreo muro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario