sábado, 11 de abril de 2009

Removido y agitado (II)

Ahí está de nuevo esa odiosa expresión; nada más empezar parece que fueran a tocar el cielo y, de pronto, están totalmente ausentes, como si se encontraran a kilómetros de distancia… ¡Eh, perra, que te la está metiendo el mejor follador de la ciudad, despierta! ¿Así me pagas las atenciones y regalos con que te agasajo? Pues se ha acabado la función; el menda se corre, y a dormir.»

–¿Ya está, cariño? –preguntó, algo contrariada–.
–Sí, hoy es que me has puesto a cien, chica –dijo Pablo mientras se quitaba el condón–. Te sienta cojonuda la lencería de doscientos euros que te compré.
–¿Te gusta? Siempre me han dicho que el color rojo me favorece mucho. Oye, si quieres, aprovechamos esa fogosidad que te he provocado –le acarició el pene–, y echamos otro… ¿Oye, Pablo? –se había dormido–. Bueno, se ve que en ese cartucho iba toda la excitación. –Con semblante de resignación, se cubrió hasta el cuello con la sábana y se dispuso a dormir.

A la mañana siguiente, Pablo se despertó el primero. «Mira qué tenemos aquí –levantó cuidadosamente la sábana y miró el cuerpo de la chica, que se hallaba de espaldas a él–, ese culo… precioso, sí señor. Es de lo poco atractivo que tiene, porque vaya tetas… Me engañó bien la primera vez que la vi: aquel wonderbra me hipnotizó de tal modo que no cejé hasta enrollarme con ella. Pero no importa –empezó a masturbarse–; nos resarciremos ahora mismo.»
Al cabo de un par de minutos, eyaculó. Había derramado el semen sobre las nalgas de la chica, tras lo cual se hizo el dormido:
–Pero qué… ¡Mierda, Pablo, ¿qué has hecho?! ¡Qué asco!
–Mmpf… ¿Qué pasa? –entreabrió los ojos–.
–¿Cómo que qué pasa? ¡Te has corrido en mi culo, joder!
–Coño, es verdad –dijo poniendo tono de sorpresa–. Habrá sido una polución nocturna de esas, mujer, porque he soñado que me hacías una paja cubana con esos maravillosos pechos que tienes.
–Pues es repugnante, Pablo. Por cierto, anoche te duermes nada más tener un orgasmo, ¿y luego sueñas con eso? Eres un poco rarito, ¿no?
–Joder, hija, tampoco hay por qué ponerse así. Perdóname por no dominar mis impulsos mientras duermo –dijo con sarcasmo–.
–Bueno, déjalo. Voy a ducharme –su expresión se tornó algo más alegre, vagamente insinuante–, ¿me acompañas?
–Mmmm… –reflexionó durante un instante–, no, iré directamente desde aquí a mi casa; allí me ducharé, no te preocupes. ¿Hacemos una cosa? Mientras tú te arreglas, yo preparo un buen desayuno.
–Ayyy, eres un sol; lo que pasa es que tu cuerpo va por libre. Venga, en cuanto termine me reúno contigo en la cocina, ¿vale?
–Muy bien –le dio un beso en la boca con los labios cerrados–. «Je, je… –pensó mientras observaba como se dirigía al baño–, la he dejado perdía

Estaba realmente hambriento, de modo que, ya en la cocina, partió un trozo de un bizcocho que encontró al lado del microondas y se lo llevó ávidamente a la boca. En cuanto lo hubo terminado, cogió papel y bolígrafo y escribió una nota. La dejó sobre la mesa que había en el centro de la estancia al tiempo que oía a la incauta, que cantaba. «¡La hostia! –se dijo para sí, torciendo el gesto–. ¡Me he estado tirando a Paulina Rubio! –abrió la puerta con sigilo–. Ahí te quedas, petarda –y la cerró dando un portazo–.» La chica estaba ya secándose y, al oír el ruido, preguntó a quien no estaba si acaso tenían visita. Al comprobar que no recibía contestación, entró en la cocina, desconcertada.

–¡Será hijo de puta…! –exclamó tras leer la nota:

Me voy para no volver. Y no te molestes en llamarme: no aguanto ni la FALSEDAD ni las TETAS CAÍDAS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario