miércoles, 14 de enero de 2009

Juraría que esto lo he vivido antes...

¿No ve, señor De Prada, que condena usted el 'pecado' que comete? Critica en su artículo 'Señor del mundo' -y en muchísimos otros- a quienes polarizan toda su fe en una sola persona o en una sola teoría política o económica, cuando usted no duda en rendir pleitesía a un solo ser, en considerarlo único merecedor de su devoción incondicional.

Quien de nuevo le escribe, en cambio, no profesa tal fe para con nada ni nadie, como ya debería saber. No obstante, sí que confío en ser guiado por personas más sabias que yo, de más elevados juicio e intelecto. Si bien puede que usted lea con cierto desdén cuanto le he dicho, desde mi primera carta hasta ahora, creo que le será más difícil ignorar al señor Ortega y Gasset. Tan ilustre pensador expone en su ensayo España invertebrada la idea que le menciono, y la considera asimismo un requisito indispensable para la sana evolución de una sociedad. En similar dirección se encamina el pensamiento de Nietzsche -alguien, sin embargo, que seguramente no le merecerá tanto respeto-, pues juzga éste que debe haber hombres 'superiores', reconocidos como tales, y otros que no lo son tanto y que sepan someterse, no con vergüenza o envidia ruin, sino con orgullo y admiración, a los designios de aquéllos, los aristoi. No se trata de discriminar, sino de asignar a cada cual aquello que más útil puede resultar para la comunidad; los miembros del estamento inferior no deben sentirse menos honorables por desempeñar su tarea de lo que puedan sentirse los del superior por realizar la suya propia. Porque, en definitiva, nada son unos sin los otros.

En las personas que he citado deposito mi confianza, que no una fe ciega ni incondicional ni acrítica. Tampoco brindo ésta al señor Ortega y Gasset o al señor Nietzsche, sólo comulgo con sus ideas -cosa que dejaría de hacer si hallara otras más dignas de consideración-. Quizá un mundo sin polarizaciones sea posible, ¿verdad? En cualquier caso, disiento categóricamente con usted: no creo que el actual esté pronto a alcanzar su fin, ése en el que con ominosidad tanto insiste usted.

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