viernes, 9 de octubre de 2009

Soledad



Se tapa durante unos segundos los ojos, mientras se seca la cara, y ve entonces todo su mundo. Recorre lugares antes recorridos, pero parecen extrañados sus suelos de sus pisadas; se encuentra con personas con quienes ya se encontró, pero de su cara parecen extrañarse sus consciencias: es un extranjero, aunque nunca haya emigrado desde que nació. A una mosca le ha perdonado su inquietud y sus indecorosos modos, pues ha sido ella todo con lo cual ha sentido cierta complicidad.

Acaso el problema radique en que no entiende nada. ¡Perdón!, pues me equivoco: entiende al menos –o cree entender– aquello que no sabe sino sonar; y a quienes no existen.


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