domingo, 25 de octubre de 2009

Ca... Caa... ¡Ca-ínnn!




Qué diablo de dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín.


Esta frase, magnífica, brillantemente compendiosa, es todo cuanto puede leerse en la contraportada del último de Saramago, libro con el cual me he hecho, sólo hasta recién empezado diciembre, mediante una vil e inconfesable artimaña.

Pues bien bien, al igual que hizo en El Evangelio según Jesucristo, su excelencia don José utiliza en este libro las Sagradas Escrituras para armar un relato hasta cierto punto alternativo del «oficial», plagado —abrigo tales esperanzas— de mordaces pullitas que inducen al lector a concebir el Libro como si nunca hubiera oído hablar de él (bueno, esto es una exageración, pero creo que entenderéis nuestro propósito), a mirarlo con otros ojos. En definitiva, a darle a la mollera.

Conque llegando al final confiésome con franqueza: la perspectiva de leer a tan juicioso ateo hablar en esta ocasión sobre el Antiguo Testamento, máxime cuando el «renegado de la fe» es un artista de mi entera devoción, excita mi cerebro de tal modo que, si fuera un pene, ni la más fina aguja podría atravesarlo.

P. D.: Y que publico esto aquí en vista del escaso o nulo éxito que parece tener casi nada de lo que expongo en Facebook. Y, aparte, porque la obscenidad de hace tres líneas quizá hiriese alguna sensibilidad. En suma, por una extraña mezcla de rensentimiento —gracias por nada— y consideración —de nada—. Alusiones estas que dirijo, paradójjjicamente, a quien no las leerá.

4 comentarios:

  1. Mancillas con este "artículo" el extraordinario nombre de José Saramago. Repulsivo.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Piques aparte, me gustaría mucho leer esta novela. Lo que he oído de ella me recuerda ligeramente a Demian de Hermann Hesse, al menos el tema. Pero habiendo leído a Saramago unas cuantas veces más, creo que me gustaría aunque no me recordara a nada.

    ResponderEliminar
  3. Su único fallo, a mi juicio, es su gran brevedad; el Antiguo Testamento da para escribir siete libros. Siendo otro gran ejemplo de la música que es la escritura de su autor, carece del esmero que caracteriza 'El Evangelio según Jesucristo' (una auténtica obra de arte literaria, inigualable), pero lo compensan su tono jocoso (me ha hecho reír unas cuantas veces) y un estilo más ágil. Algo normal, en definitiva, si se tiene en cuenta que tardó cuatro meses en escribirla, poseído, según leí que dijo, de una suerte de trance. Pero, en fin, es soberbia.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. En lo que concierne al señor Torcuato, lo dejo estar, porque en el fondo le comprendo.

    ResponderEliminar