domingo, 19 de julio de 2009

Los puntos sobre las íes

Muy buenos días, señoras y señores. Antes de empezar, me gustaría hacerles notar la presencia en esta conferencia de dos eminencias literarias, y manifestar mi admiración hacia ellas, pues una de las cosas más inusuales en este mundo es ver que seres humanos de tamaña erudición reconocen no saberlo todo. En fin, tengo el gusto de comunicarles que se encuentran entre nosotros Juan Manuel de Prada y Arturo Pérez-Reverte... A ver, a ver, señores, no se levanten, por favor; no empañen su gesto de humildad con tan ordinaria demostración de petulancia, coño; aquí no son sino uno más del montón.

Está bien, no importa. Es más, hoy, «casualmente», tenía previsto bajarle un poco los humos al señor De Prada. A eso ha venido, ¿no? Comencemos, pues. Dejando aparte la enorme pedantería de que hace gala normalmente, intentando utilizar siempre las palabras más rebuscadas (¿por qué veleidad, caballero, cuando puede recurrir a capricho?; ¿por qué abrojos, si existe penalidades, por ejemplo?...), debo apercibirle acerca de un error ortográfico que usted suele cometer —sin saberlo, me imagino—: no es correcto tildar los verbos con pronombres enclíticos (-se, -te, -le, etc.) si ello contraviene las normas generales de acentuación. Quizá en tiempos pretéritos (no uso pasados para que se sienta usted más cómodo) se hiciera de tal modo (no dispongo del dato, y, de todas formas, esto no es una conferencia de historia), pero en la actualidad —demos gracias por ello a quien las merezca— se rigen escrupulosamente por las reglas de acentuación. Veamos unos ejemplos (el asterisco situado delante de una palabra significa que es incorrecta):

*Perdióse mientras caminaba por aquellos parajes.
Perdiose (palabra llana terminada en vocal) mientras caminaba por aquellos parajes.

*Déle algo, a ver si se calla de una vez.
Dele (ídem de lo anterior) algo, a ver si se calla de una vez.

Entremos en las razones que desaconsejan la acentuación que usted aplica en dichos verbos: ¡porque sí, joder!; ¿no ve usted que, por esa regla de tres, habría que dejar sin tilde las palabras agarrenle o mirense (pues agarren y miren no llevan tilde)? Por otra parte, ¡menudo engorro tener que pensar, mientras se escribe, en si una determinada forma verbal lleva o no tilde en su versión «solitaria»!: «Veamos, pensó lleva tilde, así que pensólo también tiene que llevarla...».

Por tanto, téngalo presente, don Juan Manuel, que no vuelva a ver yo un artículo suyo en que figuren esos errores. Por cierto, aprovechando que es usted el centro de mi disertación de hoy, también quería sacar a colación cierta afirmación que le oí a usted realizar no hace mucho, en relación con la excesiva laxitud que está mostrando últimamente la RAE en la admisión de ciertos vocablos. No puedo estar más de acuerdo. ¿Qué delito habremos cometido los que un poco de esto sabemos para tener que aceptar palabras como bedela o fiscala?; o ¿por qué se nos castiga al transigir la academia con determinadas acepciones de algunas palabras, a todas luces aberrantes? Y es que opino que una lengua no debería regirse por una democracia, sino por una aristocracia. Que el uso mayoritario y constante de ciertas palabras o significados conlleve inexorablemente su inclusión en el diccionario de la academia es, en los tiempos que corren, una perspectiva aterradora. Qué será lo siguiente, ¿xq como sinónimo de porque? En fin, siempre nos quedarán las ediciones «cuerdas» del DRAE, aquéllas de cuando la estulticia todavía no lo había contaminado.

Pues esto es todo por hoy, señores (otro día hablaremos del despropósito ese del desdoblamiento de género en las palabras, uno de los pocos asuntos respecto a los cuales la RAE aguanta los embates de la idiocia general). El próximo día me ensañaré con usted, don Arturo (¿qué es eso de poner de cursiva los textos entrecomillados, por Dios?).

1 comentario:

  1. Debo felicitar al señor Pérez-Reverte —le felicito, caballero (no se preocupe: luego, en un aparte, hablamos los dos con tranquilidad)— en justa correspondencia a su fulmínea rectificación: ¡en su último artículo ya no pone de cursiva las frases entrecomilladas!

    Además, celebro muy sinceramente que dicho artículo (http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=4347&id_firma=9230) infunda, para variar, algo —e incluso mucho— de esperanza.

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