viernes, 6 de marzo de 2009

Hablemos de arte

A quienes introducen agujas bajo las uñas hasta arrancar desgarradores alaridos de dolor y terror nunca les han concedido una Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes; ni a aquellos que consiguen idéntico resultado aplicando descargas de miles de voltios en los testículos de sus víctimas. (Ya se ve por dónde van los tiros, ¿no? Aunque, por ahora, lo más que puede decir quien esté leyendo es que estoy como una puta chota. Pero ¿a quién le importa si al final opina lo mismo, o algo peor?...)

En los circos que trabajan con animales, entre otras cosas, muchos de éstos permanecen encerrados en jaulas que a duras penas los dejan moverse. Algunos de ellos acabarán padeciendo trastornos mentales, lo cual se hace patente desde el momento en que comienzan a dar vueltas en círculos en el ínfimo espacio de que disponen, o a golpearse sin cesar contra los barrotes. Sin embargo, mira tú, al periodista de cuya boca oí esta «noticia», a juzgar por el tono de consternación con que la iba dando, todo o toda indignado o indignada, nunca se le pasaría por la cabeza que entre los candidatos a recibir la Medalla de Oro al Mérito en la Bellas Artes estuviera alguno de los dueños de esos circos. «Hombre, pues claro –dirás tú, ser cándido–; va a ser verdad que estás como las putas cabras, o algo peor...»

En cambio, cuántos de esos que clavan banderillas hasta hacer escupir sangre han recibido una de estas medallas. ¡Cuántos! Oh, triste e insensible ignorante que esto lees, induciré ahora mismo a tu propio y disecado cerebro a que deduzca la verdad: ¿a cuántos de los mencionados en los primeros párrafos, sí, esos, has visto vestidos de luces durante su «actuación»?; ¿a cuántos adornándola con gráciles pases y teatrales florituras?; ¿a cuántos siendo el centro de una hermosa y gran plaza, atestada de entregados espectadores? ¡¡¿Qué arte encuentras en lo que hacen?!! He ahí la clave, pedazo de lerdo: que éstos son elevadísimos artistas, y aquéllos no más que asquerosos desalmados. El periodista antes citado y el ministro de Cultura hace tiempo que aprendieron esta lección, tan compleja para ti. Ayyyy…

A lo que voy: no veo razón para que José Tomás y Paco Camino devuelvan sus medallas (sí la vería, por el contrario, en muchos otros casos, pero intuyo que no hay huevos), pues, al fin y al cabo, viendo el criterio con que se otorgan, uno sólo puede llegar a la conclusión de que son tan valiosas como las bostas de vaca –ajá, como hediondos zurullos–. Y ellos, al igual que Francisco Rivera, no se merecen más.

P.D.: Ni más ni mejores artículos –porque éste es una pura bazofia– escribiré en relación con este tema. Sólo añadiré un último apunte: en la materia a que se refiere este abominable texto, me avergüenzo de ser español, ¡hostias ya! Envidia de las cabras es lo que siento.

3 comentarios:

  1. Y en mi caso, como vecina de una de las plazas más representativas de dicho "arte", me avergüenzo de ser también sevillana.

    Es lógico que yo no alcance nunca ningún tipo de galardón: no tengo ni puñetera idea de qué son las bellas artes... pero, desde luego, si son las que corresponden a la tortura y la sangre, no tengo ningún interés en ser llamada artista.

    Prefiero ser cabra.

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  2. Ésta es una de las más conspicuas de todas las imbecilidades a que me refería en mi primer artículo (comentario-artículo, en realidad). Puedo acaso resignarme a ver como se cometen ante la indiferencia general, pero ver que son elogiadas oficialmente con tal obscenidad me hace hervir la sangre.

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  3. Madre mia con el arte Marga...ja,ja,ja...bueno hay mucho mundo friki ya se sabe.

    Saludos.
    Arwen

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