jueves, 25 de diciembre de 2008

De locos y juiciosos

¿Memorias de un loco? ¡JA! Es una ironía, ¿no?:

Cada día, en efecto, descompones la tierra, cavas canales, construyes palacios, encierras a los ríos entre piedras, recoges la hierba, la amasas y te la comes; remueves el océano con la quilla de tus barcos y crees que todo eso es maravilloso; te crees mejor que la fiera que te comes, más libre que la hoja arrastrada por los vientos, más grande que el águila que planea sobre las torres, más fuerte que la tierra de la que extraes tu pan y tus diamantes, y que el océano por el que te mueves. Pero, por desgracia, esa tierra que remueves vuelve, renace de ella misma, los canales se destruyen, los ríos invaden tus campos y ciudades, las piedras de tus palacios se dislocan y caen por sí mismas, las hormigas corren sobre tus coronas y tus tronos, todas tus flotas no podrían dejar más huellas de su paso sobre la superficie del océano que una gota de lluvia o el batir de alas del ave (...)
Gustave Flaubert
(fragmento extraído por un ser imperfecto y que, por tanto, de seguro no será el mejor para mostrar la vasta maravilla que es la antedicha obra; confía aquél, no obstante, en que el lector pueda hacerse una idea)

¿Qué tengo que decir que merezca la pena ser conocido? No tanto -valiente engreído: ¡ni mucho menos tanto!- como aquello que debo conocer yo. Quiero 'escuchar', no mostrarme soberbio 'hablando' sobre frivolidades, no perder ni hacer perder el tiempo, al menos no todavía. No lo pierdas tú, te prevengo, querido lector, porque éste quizá sea el último artículo -¡ja, ja! Artículo...- que publique. No esperes, en cualquier caso, que mañana cambie de parecer y te moleste de nuevo, o pasado mañana... No sé cuándo volveré. ¿Volveré?

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