viernes, 27 de enero de 2012

Mi rostro hoy


Bajo la convergencia de unas cejas de mediano grosor y sosteniendo por su centro unas pequeñas gafas –cuya fina montura es actualmente de color marrón–, aparece una nariz chata y algo redondeada en su punta. Surge entonces, debajo, un bigote cubierto de duro vello –evidente como la barba por más que se los afeite día sí, día no–, bigote al que enmarcan dos surcos que nacen de las aletas de la nariz y casi terminan en las comisuras de los labios, más marcados tales surcos cuando el rostro sonríe, apenas perceptibles si está serio. Los labios son carnosos, sobre todo el inferior, y dibujan, cuando ambos se tocan, la silueta de una gaviota captada en el instante en que, mientras vuela, empuja el aire batiendo sus alas. A todo este conjunto de nariz y boca lo rodean una barbilla redondeada –que vista de perfil aparece algo retraída respecto a la boca– y una mandíbula grande y cuadrada. Las orejas, por su parte, son de mediano tamaño y sobre ambas reposan las patillas de aquellas gafas marrones, que, antes de unirse con el armazón que sostiene las lentes –tras las que miran dos almendrados ojos también marrones, y grandes–, se cruzan con sus homónimas (aunque más gruesas), las cuales, partiendo a la altura de los pómulos, ascienden para desembocar en un calmo río de pelo castaño.

2 comentarios:

  1. Podremos decir que un gran pintor puede mostrarnos un rostro con sus trazos y colores, un retrato mudo. Tú haces lo inverso. Un gran escritor puede mostrarnos un retrato hecho de palabras. Las palabras abarcan todas las imágenes, un retrato para ciegos tal vez.

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  2. Gracias, Anforaetrusca. No obstante, la obra original data de hace algunos años; el escritor que soy hoy se ha limitado a cambiarle un poco la forma que al texto le dio el de ayer, pues, sea o no grande, ha comprobado que de seguro no son el mismo.

    Y concordamos: con esas palabras puede uno hacerse cientos de ideas del aspecto que tengo. Y sí, también es un intento por sacar de la «ceguera» a muchos de cuantos leen esto. He ahí parte de la magia de las palabras, su ambigüedad.

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